Detalle del dorsal de la Síndone. Puede apreciarse cómo el
madero transversal ha magullado, aplastado y deformado las heridas causadas
por la flagelación.
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Los condenados a
morir en la cruz debían llevarla sobre sus hombros desde donde estaban
hasta el lugar de la ejecución, encuadrados entre cuatro soldados (el tetradion) mandados por un centurión (el exactor mortis)
[Tácito, Anales III, 14].
La Síndone nos muestra que
nuestro crucificado cargó con el patibulum, atado a los brazos
y colocado transversalmente sobre sus espaldas, y nos enseña que el patibulum no iba enteramente horizontal sobre las espaldas, sino inclinado
hacia abajo por el lado izquierdo. Esta posición ha hecho sopesar la
existencia de alguna cuerda que sujetase el extremo izquierdo del patibulum a la pierna correspondiente. Efectivamente, en ésta, por encima del
tobillo, se observan una líneas sangrientas, que suben desde la parte
interior hacia el exterior, por delante y por detrás de la pierna.
Las piernas habían sido duramente castigadas por la flagelación.
Con el roce de esta cuerda se abrirían de nuevo las heridas y la sangre
empapó la cuerda.
También se deduce que las
espaldas, durante el camino hacia el suplicio con la carga del patibulum,
estaban protegidas por los vestidos de la víctima. De haber estado
este madero en contacto directo con la piel, abría causado notables
desgarros en los labios de las heridas, desfigurando evidentemente las trazas
de los azotes en estas escoriaciones.
Otro dato
escalofriante es el siguiente.
Dice el doctor Judica Cordiglia: "La rodilla derecha, además
de parecer más contusa, presenta numerosas excoriaciones de
tamaño
y formas diferentes, más o menos marcadas ("con bordes
desgarrados sobre la región rotular" - dice el doctor
Barbet). Un poco más arriba y hacia el exterior hay dos llagas de forma
redondeada
de unos 2 cm de diámetro, situadas una encima de la
otra. La rodilla
izquierda, también contusionada, no presenta más que
excoriaciones
diversamente dispuestas de tamaño y forma diferentes,
pero mucho menos
marcadas y numerosas. Estas lesiones, por su dirección y
ubicación,
nos indican cómo han podido ser producidas: acusan la
caída
sobre un terreno no uniforme, sino cubierto de piedras
desiguales".
Confirma esta suposición la tierra que se ha encontrado
mezclada con
la sangre en las excoriaciones de la nariz y en su rodilla
izquierda, como
si el ajusticiado, al caer, no hubiera podido resguardarse con
las manos.
Manuel Solé, en su libro La Sábana Santa: su autenticidad y trascendencia dice: "Causa
escalofríos de horror pensar en estas repetidas caídas. ¡Un
hombre con unos 50 kg de peso a la espalda y los brazos atados de modo que
no pudiera servirse de las manos para amortiguar el golpe...! Su cabeza iría
a dar fuertemente contra el suelo. Varias de las heridas detectadas en el
rostro del hombre de la Síndone, por su profundidad, suponen los autores
que se las causó en estas caídas. Y no olvidemos que aquella
cabeza llevaba encasquetado un yelmo de espinas que se le clavarían
profundamente al dar contra el suelo; y que el mismo patibulum, atado a la
espalda, se correría, al caer, hacia la cabeza golpeando las espinas
de la nuca, que por esto aparece tan terriblemente maltratada".
Por último, el doctor Heller
ha deducido, a partir del hecho de haber encontrado lodo en los talones despellejados,
que el reo fue al suplicio descalzo.
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La cruz constaba de dos postes o
vigas sin pulir. Uno, el más largo (llamado stipes), estaba
sólidamente plantado de antemano en el lugar de la ejecución.
Éste ensamblaba con el madero transversal (llamado patibulum)
y debería pesar unos 50 kg.
El patibulum, algo más
corto que el stipes, era colocado sobre las espaldas del condenado
y atado a ambos brazos extendidos en forma de cruz: así era conducido
al lugar del suplicio.
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