por el Dr. José Javier Domínguez
Universidad de Navarra
Detalle del dorsal -en positivo- de la Síndone. Todo el cuerpo, por delante y por detrás, está lleno de las heridas causadas por la flagelación.
[ (c) 1978 Barrie M. Schwortz ]
Prácticamente todo el cuerpo
del crucificado, por la parte frontal y dorsal, está cubierto de una
serie de heridas de pequeño tamaño, iguales, y semejantes a pequeñas
mancuernas o pesas de gimnasia de unos 3 cm de longitud. Están formadas
por pequeños círculos de unos 12 mm aproximadamente, algo separados
entre sí, más unidos por una línea transversal apenas visible a simple
vista, pero que se pone de manifiesto con las imágenes a luz
ultravioleta. Efectivamente, las fotografías con luz ultravioleta, en
que las heridas aparecían con un color azulado, típico de la sangre, y
enmarcadas con un halo de suero alrededor, daban un nuevo sentido lógico
a esta gran cantidad de señales y asimismo corroboraban las intuiciones
y reconstrucciones de estudiosos como Paul Vignon y Pierre Barbet.
Las lesiones se localizan por todo el cuerpo:
espalda, piernas, pecho (respetando la zona del corazón), vientre, zona
glútea y posiblemente también región genital. Evidentemente se encontraba desnudo cuando recibió tan brutal castigo. Con plena seguridad, tenemos ante nosotros en la Síndone las escalofriantes huellas de una flagelación romana infligida de forma sistemática,
es decir, como castigo en sí misma. A los condenados a la cruz se les
flagelaba camino del suplicio, para obligarles a avanzar. Por este
motivo iban desnudos y los golpes les caían sin orden, puesto que sus
movimientos para evitarlos contribuían a ello.
Nuestro hombre, sin embargo,
ha sido azotado sistemáticamente por gente que conocía perfectamente su
labor, y estando atado e inmovilizado. Por eso, en este caso, se quiso dar a este castigo un sentido de escarmiento,
que está de acuerdo con los relatos evangélicos. El flagelo usado
contra el hombre de la Síndone era lacerante y contundente, o esa, se
incrustaba en la piel del reo; cada golpe la desgarraba, provocando la
salida de sangre de forma explosiva. Es impresionante cómo las técnicas
de imagen actuales y los estudios médicos han actualizado y corroborado
el recuerdo histórico de la flagelación romana
Los tipos de instrumentos usados por los romanos en aquella época para la flagelación eran:
- Lorum, que era una simple correa ancha, provocaba amoratamiento de la piel y era usado en personas libres o ciudadanos romanos.
- Varas o bastones, se usaban con los soldados que habían cometido alguna falta grave, como deserción.
- Flagrum, consistía en un mango de madera del que partían dos o más correas estrechas de cuero.
- Flagellum taxillatum, igual que el anterior compuesto de nervios o cuerdas delgadas y duras. Ambos terminaban con bolitas de metal esquinadas (taxilli) o con fragmentos de huesecillos.
- Plumbum o Plumbata, que eran cadenas que terminaban con trozos de plomo y tenían una anilla por empuñadura.
Los tres últimos eran
utilizados por los romanos y no por otros pueblos y sólo podían usarse
con los esclavos bárbaros o extranjeros. Estos flagelos podían, por
ellos mismos, provocar la muerte del condenado.
El tipo de instrumento usado
con el hombre de la Síndone, por lo que de ella se deduce, fue, según
los estudios realizados por monseñor Ricci, un flagellum taxillatum de tres ramales terminados en dos trocitos o bolas metálicas (taxilli). Este tipo de "flagellum" se ha encontrado en excavaciones arqueológicas, sobre todo en las catacumbas romanas.
Del estudio de la imagen sindónica se derivan en esta flagelación algunas características específicas:
- La flagelación fue realizada
por dos personas y los golpes se distribuyen en forma de abanico por
todo el cuerpo de la víctima. Esto viene corroborado por los estudios
computerizados de Jumper y Jackson del STURP [Shroud of Turin Research Project, que examinó la Síndone en 1978 durante 120 horas],
que prueban cómo el radio de cada abanico converge en la mano de cada
azotador. Calcularon incluso la fuerza del impacto de cada golpe y la
inclinación angular de cada azote, comprobando que los mismos le fueron
infligidos desde flancos opuestos. Ambos verdugos eran diestros y
descargaban sus golpes simultáneamente como a un metro de distancia del
reo.
|
Las marcas dejadas por la flagelación forman dos abanicos sobre el cuerpo de la víctima,
cuyos radios convergen en el punto donde estaría la mano de los flageladores.
- El número de golpes
recibidos asciende aproximadamente a unos 120 sin contar los que no se
han podido estudiar por faltar parte de los brazos a causa del incendio
de 1532. Algunos autores no se ponen de acuerdo a la hora de precisar si
los golpes se dieron con flagelos de tres ramales o de dos; en
cualquier caso, es evidente que fueron romanos los que le azotaron.
Éstos no tenian tope en el número de golpes, y lo que es más
estremecedor desde el punto de vista médico: nuestro hombre debió quedar
bañado en sangre y hecho una llaga. El dolor, tanto físico como moral, y
la incipiente fiebre que debió apoderarse de él y que ya lo abandonaría
hasta la muerte, debieron hacer una tremenda mella en su cuerpo.
- Durante la flagelación, la
postura de nuestro hombre debió ser encorvada: se deduce esto de los
estudios realizados con el ordenador, comprobando la angulación de los
reguerillos de sangre y suero en las distintas partes del cuerpo. En
esta posición, los reguerillos de la parte dorsal alta caían hacia los
lados y con una angulación de 100, 90 y 70 grados durante el castigo;
más tarde, ya en posición vertical o sentado, también caerían hacia
abajo. En las zonas glúteas se ve algo parecido, en las extremidades
inferiores son nítidos y se dirigen hacia abajo.
|
The Passion of the Christ, la película dirigida por Mel Gibson, reproduce fielmente la postura en la que
el hombre de la Síndone debió ser flagelado. El instrumento usado fue un flagellum taxillatum, que abría la piel del reo y provocaba la salida de sangre a cada golpe. |
- La gran nitidez con que se
aprecian muchos de estos reguerillos puede explicarse porque el tiempo
que pasó desde la flagelación hasta que le volvieron a poner el vestido
debió ser suficiente para que se secaran y no fueran absorbidos por la
túnica. Sólo en la parte alta de la espalda han desaparecido, viéndose
una llaga compacta excoriada como abrasada por rozamiento, donde se
distinguen perfectamente las marcas profundas de los taxilli.
Esto se explica por el rozamiento del patibulum camino de la cruz y por
el rozamiento en la propia cruz durante las distintas posiciones. El
hecho de que las marcas de los taxilli en la zona de los omóplatos no se
hayan destruido por el rozamiento con el patibulum implica que fue
vestido hasta la cruz y la túnica protegió estas marcas de su
destrucción, aunque no evitó, eso sí, que reabrieran, originando un
dolor semejante a las quemaduras, al quitarle de nuevo el vestido para
crucificarlo.
En resumidas cuentas, la
flagelación debió alterar todo el organismo repercutiendo enormemente en
la economía corporal ya maltrecha por malos tratos recibidos
anteriormente.
__________________
J. J. DOMÍNGUEZ, La Síndone de Turín. Estudio médico: Biblia y Fe 70 (1998), 95-98.
La redacción de este volumen corrió a cargo del Centro Español de Sindonología, el cual ha autorizado su publicación en esta web.
Cuantificación energética de la flagelación
En una de las ponencias que se
presentaron en un simposio sobre la Síndone celebrado en París en abril
de 2002 se presentó un curiosísimo estudio sobre la cuantificación
energética de la flagelación, que transcribo.
Probemos a cuantificar la
energía, en el sentido físico del término, liberada durante el curso de
la flagelación. Primero el número de impactos. En la Sábana Santa
existen entre 100 y 120 de ellos, y tomamos 110 como base para el
cálculo. Segundo, el objeto contundente, una pequeña haltera de plomo
con una longitud de 3 centímetros y con un peso estimado de 40 gramos.
Para conocer la energía tenemos que saber la velocidad de
desplazamiento. Existe un punto de comparación, que es el lanzamiento de
jabalina; su velocidad inicial es de 100 km/h, o sea, 28 m/s, y se
lanza directamente desde la mano del deportista, esto es, a 60 cm del
hombro. Las halteras de plomo están fijas al final de la correa del
látigo que mide poco más o menos 1.20 m, esto es, están a 180 cm del
hombro. Si se considera que el verdugo (lictor) golpea con
tanto ardor como el deportista lanza la jabalina, con un brazo de
palanca tres veces más largo, y con velocidad angular igual, la
velocidad lineal será entonces tres veces mayor, esto es, 90 m/s.
Bajemos esta velocidad a 60 m/s, que nos dará cifras menores, para no
sobrestimar las consecuencias de la flagelación. No perdamos de vista
que todos los valores que vamos a exponer no son más que estimaciones y
no cálculos exactos, pero sí son suficientes para darnos cuenta de las
magnitudes implicadas.
La energía liberada durante la
flagelación será igual a 110 veces 1/2 de la masa por la velocidad al
cuadrado, esto es, 396 kilos. Para comprender estas cifras hace falta
compararlas con otros valores conocidos: por ejemplo, una bala de nuevo
milímetros parabellum, munición clásica de las pistolas
automáticas, tiene una energía de 36.5 kg, por tanto, hacen falta nueve
balas para obtener la misma energía total. Una bala de 357 magnum,
de las más potentes para arma corta, tiene una energía de 100 kg:
harían falta cuatro balas, por tanto, para igualar la energía liberada
en la flagelación.
Un especialista en balística, M. H. Josserand, ha propuesto un coeficiente de eficacia para municiones llamado Stoping Power
(StP), o poder de parada, que corresponde a la energía de un proyectil,
en kilos, multiplicada por la superficie de impacto en centímetros
cuadrados. Disponemos así de una escala de eficacia de la munición según
sus consecuencias patológicas. Por un valor de StP inferior a cinco
unidades hay un shock ligero; entre 16 y 25 unidades el shock puede remitir y, para valores mayores de 35 unidades de StP, el shock es tan grande que su efecto es la muerte inmediata.
En el caso de la flagelación,
para la que hemos calculado una energía total de 396 kg y una superficie
de impacto de 5.5 cm cuadrados, el número de StP es de 990, o sea, 24
veces la cantidad de energía capaz de poner a un hombre fuera de
combate. Si se admite la existencia de dos correas por cada latigazo, y
se han propinado 55 golpes de látigo, ó 110 impactos, habrá de
significar que cada vez que la víctima recibe dos golpes de látigo, o cuatro impactos, ha encajado suficiente energía para causarle la muerte.
Como es lógico, no es necesario tomar esta comparación al pie de la
letra. La energía se disipa mucho más rápidamente en el caso del impacto
de una bala que durante el curso de una flagelación, pero en el orden
de las grandes cifras, este cálculo es correcto y hace más comprensible
el gravísimo carácter traumático de la tortura de la flagelación.
Podría hacerse otra comparación con la potencia que desarrolla un golpe de puño de un boxeador del peso pesado, que llega a ser de 400 julios... [el hombre de la Síndone] encajó el equivalente a 10 golpes de este puño, capaces de provocar un K.O. inmediato...
Fisiopatología de la flagelación
Admitiendo que se hiriera
brutalmente la piel y que cada impacto comprime violentamente no
solamente el plano músculo-cutáneo situado inmeditamente por debajo sino
también el situado en su periferia, sobre un espacio de 5 mm, la
superficie lesionada por cada impacto es de 8 cm cuadrados y el volumen
contusionado de 12 cm cúbicos. Por 110 impactos, obtenemos una
superficie lesionada de 880 cm cuadrados y un volumen contundido de 1320 cm cúbicos
ó 1.3 litros. Éste es un volumen enorme de tejido contundido: las
células, gravemente dañadas con sus membranas abiertas, liberarán su
contenido al medio, provocando una catástrofe biológica.
Cada uno de los golpes provocará un hematoma, y 110 hematomas cuasan
una expoliación sanguínea que dará lugar a una hipovolemia, o
disminución del volumen de la sangre circulante en el cuerpo, que
iniciará un shock hemodinámico...
A modo de síntesis, podemos
decir que después de la flagelación... [el hombre de la Síndone] está
gravemente afectado: titubea, cae, y no tiene fuerzas para llevar solo
el patíbulo... La piel y los músculos están lacerados, el cuero
cabelludo desgarrado; sangra, y tiene una amplia contusión torácica con
hemotórax que le hace difícil y doloroso respirar. Sus riñones están
virtualmente destruidos; por el momento funcionan, pero con una gran
merma de su actividad a causa de la hipovolemia y del efecto destructor
de los tapones de mioglobina. Este hombre, en óptima salud dos horas antes, ahora está destruido; y en ese estado va a ser crucificado.
__________________
J. DE PALACIOS CARVAJAL, La Sábana Santa. Estudio de un cirujano, Espejo de Tinta, Madrid 2007, 101-103, 107.
|
|
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario